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"Memorias de un Suicida" de los Espiritus Camilo Candido Bothelo y Leon Denis, por la medium Yvone A. Pereira

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07 febrero 2011
 



 Le Preguntaron a Divaldo dónde, cuándo y cómo surgió en su horizonte espiritual la figura de Víctor Hugo, y si hubo alguna adaptación necesaria para recibirlo en la psicografía

   “Primeramente - nos respondió el médium - tuvimos un sueño con el venerable poeta francés y, en este sueño, él nos manifestaba su deseo de utilizarnos para un trabajo mediúmnico que tenía en pauta. En abril de 1970 estuvimos realizando conferencias doctrinarias en algunas ciudades del interior de Minas Gerais, entre las cuales estaba Juiz de Fora y Bicas. De regreso a Río de Janeiro, contrajimos una fuerte gripe con fiebre intermitente. La fiebre, afectándonos la sensibilidad y produciendo delirios, ayuda a que nos desprendamos del cuerpo y nos desdoblemos. En Río, nos hospedábamos en la residencia de la familia Moreira de Mota, que hacía el “Culto del Evangelio en el Hogar” los días domingo. Aquel día, imposibilitado de participar del culto, permanecí en el cuarto reposando. En el exacto momento en que se iniciaba el culto, se nos apareció Víctor Hugo, diciéndonos que era llegado el momento de trabajar. Le expusimos, entonces, nuestro estado, de enfermedad, profundamente indispuesto y febril. Nos dijo que no nos preocupásemos, que el malestar era providencial y facilitaría una mayor maleabilidad en el intercambio. Deberíamos sintonizar con determinado tipo de faja para facilitar la inspiración, la incorporación de los Espíritus. Nuestra voluntad, con menores posibilidades de autodominio, ofrecía mejores recursos a los Espíritus. Nos levantamos, nos aproximamos a la mesa y pedimos a quienes nos hospedaban papel y lápiz. Mientras era leído el Evangelio psicografiamos el capítulo primero de Parias en Redención en un único intento”.
  Constatamos, posteriormente, al leer la página, mientras una mano escribía, sin que tuviésemos conocimiento adrede exacto en el momento, que en nuestro paisaje mental,  la visión de las escenas que el lápiz describía ofrecía mucha más riqueza de detalles de los que estaban siendo escritos. La psicografía de Parias en Redención desde ese día se hizo en un estado de permanente exaltación emotiva. A partir de ese libro, hasta Del Abismo a las Estrellas, sentimos una mayor aproximación del Espíritu Víctor Hugo, trabajando para adaptar nuestras posibilidades a su técnica literaria. 
   Cierto día indagámosle si lo que él estaba escribiendo era conforme y coincidente con lo que produjera en la última encarnación. Nos aseveró que no, que tras su desencarnación, si bien seguía siendo él mismo, optó por ajustarse a algunas modificaciones, inclusive de estilo, buscando utilizar una terminología más compatible con el mensaje del Espiritismo, a fin de que, con un estilo romanceado, llegase mejor al corazón y al entendimiento de un mayor número de criaturas humanas. Nos esclareció aún, al inicio de la obra Del Abismo a las Estrellas, que utilizaría la técnica novelística haciendo resúmenes de los pensamientos a ser grafiados, procurando ser menos prolijo y más objetivo. De la misma forma, nos propiciaba la visión mental de las escenas que iba relatando al correr el lápiz, y el libro pudo ser concluido en menos de un mes.
   Cuando psicografié la primera novela en 1970, que se llamaría más tarde Parias en Redención, escribí dos capítulos bien largos. Yo que soy de un temperamento extrovertido, aunque muy calmado, cuando terminé, leí y encontré aquello un encanto, porque, confieso, jamás me habían pasado por la cabeza aquellos hechos. Había un personaje que me pareció muy grotesco o muy violento. El libro comienza con un féretro, y un heredero se levanta para matar a los co-herederos y quedarse con la herencia total. En el segundo capítulo pone en práctica ese plan. Cuando lo leí, por mi temperamento, comencé a imaginar “pero ese sinvergüenza va a tener una muerte muy cruel porque es malo”, y cómo la ley divina iba a cobrar esa infracción. Fue cuando el Espíritu Víctor Hugo me dijo:
“Ud. no sirve para trabajar conmigo porque está interfiriendo en la historia de mi novela. Este personaje murió en 1742. No puede estar imaginando como va a morir, me va a estorbar.”
   Y para mi sorpresa, el Espíritu pasó a escribir fuera de orden los capítulos 28, 32, 6, 15... . Cuando terminaba, y leía, no tenía sentido. Sólo en el vigésimo día el Espíritu numeró las páginas y pude leer como cualquier lector. Así es como me di cuenta de que no podía colaborar, elaborar ni mentalizar, para no entorpecer. Es como si yo fuese un dictáfono que pensara. Entorpecería el recado que estuviera grabando. En adelante tuve que adoptar una actitud cada vez más pasiva”.


(Extraído de los libros: “La Admirable Juana de Ángelis”, Celeste Santos – D. P. Franco; y “Modelando el Tercer Milenio - Vida y Obra de Divaldo Pereira Franco”, Fernando Worm)